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martes, 14 de junio de 2011

Globo VI

Yo había leído que la agonía de una herida se presentaba en puntadas agudas e imprevisibles. Y que una purga en un momento inadecuado surtía el mismo efecto, capaz de hacerme torcer la cara en muecas de dolor. Y ya se sabe, con esta pobreza sólo podíamos filmar una vez. Tenía que salir perfecto. Como si fuera teatro. Lo de la agonía estuvo bárbaro. Me arrastré por esas gradas como Julio César. Pero cuando Pérez Flecher tuvo que cargarme, muerta, entre sus brazos....¡Cuánto me arrepentí! Me di cuenta de que mi método era un fracaso. Más fácil me hubiera sido fingir el dolor que reprimirlo.

De Memorias de una actriz. (Ed. Sud.A.K., Macondo, Colombia).

jueves, 9 de junio de 2011

Globo II

El dolor es sano, no hay que eliminar el dolor. Porque en un cuerpo vivo, el dolor es índice de que algo no anda bien.

Yo esta noche me figuraría muerto. Vagando por ¿infierno, paraíso? No. El purgatorio. ¿Cómo será? Imaginar un purgatorio donde lo que se castigue sea la ignorancia, hipotético origen de todos los pecados. Allí vagaríamos, unos más, otros menos, acompañados de otras treinta mil almas, cuyo castigo sería el no comprender qué fue lo que pasó. Entraríamos allí hasta tanto adquiriéramos todo el saber, para, entonces, sí parar a otro estadio que ya no me atrevo a imaginar.

Yo tengo mucho que purgar pero voy a seguir tratando de impedir, a pesar de la vejez, que les quiten el pañuelo blanco de la cabeza para ponérselos en los ojos.

martes, 7 de junio de 2011

Globo

I

El final de la historia y su comienzo fue cuando ella me dijo: “No podés pasar, no estoy sola”. Tenía puesta esa bombachita blanca que tanto me gusta y una camiseta. La cortina de juncos filtraba la luz y dibujaba extraños dibujos –algo chinescos– sobre el lienzo de su camiseta ... adentro sonaba una música clásica y ... Pero no podía pasar, no estaba sola.

Al principio me dio bronca no poder pasar. Llovía y hacía tanto frío.

Cuando me di cuenta de todo, de la historia, de su fin, de un nuevo comienzo, del parto, de la catarsis, del dolor, de la soledad... porque esta vez no se lo iba a perdonar. No podría. Estaba enamorado.

Para colmo (de ahora en más todos serían paracolmos, porque todo me haría acordar a ella –estaba paulatinamente tomando conciencia de ello y de que me dolía la panza y quería vomitar–) en la calle me lo cruzo al viejo. ¿Qué haría a esta hora?

—Repartir diarios, boludo. Si acá sacan el diario con dos días de anticipación.

—Por lo menos tiene una buena bici.

—Qué buena bici, ¿no le viste el sombrero? Es a- lu- ci- nan- te. ¡Se lo tenemos que robar!

...Y se lo robamos nomás, porque nos apropiamos de su origen, de su historia, de su magia y sólo le dejamos al viejo el fantasma físico del sombrero, su representación, para que le cubriera la sesera del frío y la gente siguiera mirándoselo sin vérselo. Veníamos completamente ebrios.

—Eh, diariero!

—Eh, guiaguiero!

—Dígame señor, no mejor le digo yo: ¡qué hermoso su sombrero!

—Ah, la señorita sabe, tiene buen gusto. Sabe reconocer un buen paño.

Me miraba a mí, como siempre que dos machos hablan de una hembra, la pasan por alto, hablan directamente con el propietario, aunque digan maravillas de ella. (Yo asentía, no podía articular palabra).

—Y dígame, ahora sí señor, es antiguo, ¿no?

—Sí señorita, del siglo pasado.

—Eh... se...len –me atreví a decir.

—El señor no me cree, pero tiene su historia.

— ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! Cuéntela, déle, déle.

El viejo se reía totalmente satisfecho. Como si todo lo otro fuera un pretexto, como si andar vendiendo diarios con el yelmo de Mambrino en la cabeza fuera una provocación para que alguien le pidiera que contara una historia.

Me atacó esa alegría inexplicable que me da cada vez que el otro espacio invade éste. Sabía que se venía algo bueno.

El alcohol que teníamos adentro nos alcanzaba para aguantar este frío y todo el que viniera. Y el viejo seguía riendo tan contento que no iba a sentir nada: ni frío, ni miedo ni nada. A mí me dio miedo de que desapareciera después de contar la historia. Como desaparecen las cosas de la naturaleza cuando ya no tiene fin que las justifique. Como me sentía yo ahora, con ganas de desaparecer, porque ella ahora estaba con otro, haciendo las... ¡basta, basta! o voy a vomitar.

—De gurí, o sea de esto hace como cincuenta años, medio siglo, mire, vea, el doble de la edad de ustedes o la edad de los dos juntos...

Ella empezó a rascarse los tendones, podrida de tanta paráfrasis.

—Le sigo contando. De gurí, yo lo acompañaba al viejo a la madrugada a buscar los diarios. Pero algunas veces el viejo, para que ni me aburriera, me dejaba en la plaza, sobre todo, en verano, cuando sacaban las mesas del bar de enfrente a la vereda, entonces los mozos me cuidaban. Aparte por esas épocas acá no pasaba nada.

—Y ahora tampoco –dijo ella.

—Cómo no, m’ija. ¿Y la delincuencea?

—Ah, pero ésa siempre estuvo muy bien organizada –dije yo.

(Nos reímos sin que el viejo entendiera).

Una de esas madrugadas de verano en que mi viejo me dejaba en la plaza había un señor raro pero elegantón el hombre, sentado en un banco. No miraba para ningún lado en especial. Parece que cavilaba algo que lo traía muy preocupado. Y yo, de gurí metido, me le arrimo y me pongo a mirarlo tanto al pobre hombre que lo saqué de sus pensamientos. Tenía un traje impecable, un bastón con mango de oro y un hermoso sombrero. Se notaba que el hombre era un hombre bien. Sin duda. No. Sí. Eso se notaba, vea. Debe ser que con la mirada nomá le pregunté que qué le pasaba, porque ahí nomá me soltó su historia, tenía acento medio estraño, de gringo.

Me dijo que vivía en no sé qué aldea de Inglaterra y no va que después me dice que su nombre era el de la aldea. Mejor dicho al revés, que la villa tenía su nombre porque él, el hombre, era conde o duque o algo de la ... ¿cómo es que se llama?

—Nobleza –dijo ésa.

—Ajá, debe ser. Que tenía un hijo que era una monada. Pero que se había enamorado de una negra de por acá, mucho mayor que él, que el hijo, y él se le opuso y que entonces el muchacho y la negra se le fugaron y que a los dos meses lo llaman para pedirle plata, al conde, porque se habían quedado sin, y que el conde sotilmente averiguando la dirección, en vez de mandarle la plata se había venido. Los encontró viviendo en una pensión de mala muerte y él por esos días estaba parando en el Gran Hotel con su hijo, tratando de convencerlo para que deje a la negra. A mí se me hace que negra negra no debe haber sido, sino una de nuestras mujeres nomá, porque acá negros no hay.

—Gracias a la triple alianza –dijo ella.

—¿Cómo dice? –dijo él.

Yo le hice señas de que siguiera, porque continuábamos ignorando cómo había ido a parar el sombrero de la cabeza del noble inglés a la del diariero. La cuestión es que entre dimes y diretes el noble se fue, olvidándose el sombrero en el banco de la plaza.

—Yo salí corriendo a devolverseló, pero los mozos me pararon en seco, porque si me dejaban ir, mi padre les cortaba el gañote de a uno. Les expliqué que el conde ... y me cortaron guasamente:

—¿Ma qué conde? Éste es in viejo chiflado de acá nomá. Tenían plata, eso sí. Pero éste la fundió toda con el chupi. Y quedó, encima, medio tocado, porque no se resigna a no ser gente. Bien. Regalále el sombrero a tu papá, por viejo bolacero... Pero me lo quedé yo. Ejercía sobre mí una magia magnética. (Ahora el bolacero soy yo. El viejo no debe haber dicho eso, pero era la idea).

—La cuestión es que no lo vi más, y lo buscaba. A mí se me hace que los mozos, de envidiosos nomá, me macanearon. Además un pobre diablo no se olvida así como así un sombrero tan costoso, ¿no le parece? Debe haberse ido a su villa a morir en paz. Con su hijo o sin su hijo, sin acordarse siquiera del sombrero.

...Y seguirá convencido de su historia. Los mozos de la suya. Nosotros de la nuestra. Porque así es el tiempo. Un vacío enorme que llenamos con historias. Todas puntualmente ciertas, tangibles, porque nos llenan el tiempo. Una dentro de la otra... y la de todos.... y la mía. ¿Qué sería de la mía ahora sin ella? Ella que me dijo mientras taconeábamos la noche de vuelta:

—Me hubiera gustado ser una de esas chifladas de la belle époque, adinerada, y comprarle todos los diarios por el tiempo perdido. ¡Pero nunca le hubiera comprado su sombrero!

viernes, 20 de mayo de 2011

Diario Estrés

Abrí los ojos, que siempre se conservaban paralelos, pero ahora horizontales. No sé si abrí los dos, porque sólo funcionaba el derecho; el otro permanecía aplastado con la presión del colchón.

Dejé la superficie líquida de los sueños, y empecé a revisar las aristas filosas de la vigilia.

Todo organizado en paralelas y adyacentes.

El placard, las perchas, las baldosas del piso.

Primera conciencia de otro día.

Con respecto a la calle, la casa era lo que los sueños al despertar. Un cubo mullido que contenía mis movimientos habituales, sin sobresaltos, como si en ella casa madre, casa útero se continuase una atmósfera gelatinosa y onírica.

La calle, en cambio, era cada vez más aguda y lacerante. Con los registros chirriantes, iba, sin proponérmelo, haciendo una lista de las cosas que a lo largo del día me flagelaban. Y yo llegaba a la noche llena de estigmas en la cara y en el alma.

Los latigazos eran frenadas, bocinas, alarmas, ringtones de celulares el sol sin piedad de las esquinas, las superficies niqueladas de los autos. La angustia en la cara de todos nosotros.

Pensé los días como una sucesión no muy bien compartimentada de espacios mullidos y espacios ásperos. Y deseé un largo período acolchonado. No, no la muerte, no. ¡Las vacaciones!

Últimamente, me había dado por hacer la malabarista. Y en gozarlo. Y en gozar cuando, echada mi maltratada osamenta en la cama, no podía creer que hubiera hecho tantas cosas, durante el día, con la compañía del sol y hasta la llegada de la luna. Pero el disfrute no duraba nada, porque al instante debía planear cómo resolver la larga lista que venía después. Y así las cosas en seguida me resultaban lejanos, como si hiciera mucho tiempo que habían pasado.

Esta sensación tenía cierta similitud con la infancia, cuando el tiempo es un largo recreo, un perpetuo presente, una inconciente idea de inmortalidad. Y no un rotar continuo que me exigía permanecer en pie como un clown peleando por mantener una inútil caminata sobre un globo.

Ya no paramos. Ya no se puede. Mirar alrededor y por primera vez sentirme parte- víctima de algo colectivo. Como si estuviéramos atravesando un período de pestilencia sin olor del que unos pocos tomaron conciencia. Y el cuerpo, con su estructura milenaria, exige lo que se corresponde … descanso.

La naturaleza pide una tregua. Y surge el paralelismo.

Vi a mis achuras, a mis perturbadas vísceras como un sistema planetario convulsionado. Con náuseas cósmicas, arritmias estelares y angustia sempiterna. ¿Nos moriremos todos de tristeza?

A veces, en cambio, soñaba con ser asistente privilegiado al juicio final. Y casi siempre primaba una de esas imágenes de estampita, pero animada y condimentada con un imaginario cinematográfico, mechado con los últimos descubrimientos de la ciencia.

Y yo, estoica, generosa, altruista, que tengo que poner mi cuerpo para estar en sintonía con mi mundo circundante y dar cuenta de él.

La sincronía que antes era tan natural, tan fluida, ahora me está costando el alma …

Entonces, la lengua viscosa de los perros, su lomo vivo bajo la mano que acaricia, su mal aliento… o gritar frente a un ventilador me devuelven algo de mi paraíso perdido… y vos, claro.

martes, 10 de mayo de 2011

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Curriculum académico y laboral

Títulos y estudios

Licenciada en Letras Modernas. Universidad Nacional de Córdoba, Facultad de Filosofía y Humanidades. (Córdoba, 1989). La tesis de Licenciatura fue Un análisis intertextual de la obra del escritor santafesino Juan José Saer.

Bachiller Especializado en Ciencias Biológicas. Escuela Normal Superior José María Torres de Paraná. (Paraná, 1981).

Profesora de Francés Fundamental. Alianza Francesa de Paraná (Paraná, 1980).

Trabajos desempeñados

1990-1993. Ejerció la docencia como profesora de Lengua I, II y III, Lengua y Literatura, Literatura Española y Literatura Argentina e Hispanoamericana en varios establecimientos educativos de Nivel Medio de Paraná y del interior de la provincia de Entre Ríos.

1994 y 1999. Correctora periodística en el matutino Hora Cero, de la capital provincial. Esta tarea le permitió detectar errores con rapidez y facilidad, además de otorgarle competencia en ejercer tareas de precisión bajo la presión que significa trabajar en los cierres de edición de un diario.

1994. Dictó cursos de redacción a los periodistas de ese diario y colaboró con la confección de su manual de estilo.

1994 y 1999. Redactora del diario Hora Cero, en el área de Información General y como responsable de un suplemento de Cultura de aparición semanal. En el desempeño de esta labor tuvo oportunidad de entrevistar a personalidades de la música, las letras y la filosofía del ámbito regional y nacional. Realizó notas con el escritor y periodista Rodolfo Braceli, con Isidoro Blaisten, con el músico uruguayo Raúl Castro, con Gregorio Klimovsky, con el poeta y compositor Ramón Ayala, entre otros.

Colaboró con la revista La quinta pata.

2000. Dictó en Paraná un taller de Lectura Creativa, en la Casa de la Cultura, organizado por la Subsecretaría de Cultura de la Provincia.

Formó parte del equipo editor de la revista de cultura Compacta, de distribución gratuita y una tirada de 2.000 ejemplares. En este medio, además de la producción periodística y ejecutiva, fue responsable del área redacción y corrección.

Trabajó en el proyecto Imaginario Popular de Entre Ríos, un programa que contó con el auspicio de la Secretaría de Cultura de Entre Ríos y el financiamiento del Consejo Federal de Inversiones. En ese marco, dictó talleres de literatura en dos localidades del interior: Villa Paranacito y San José de Feliciano.

2000. Jefa del área cultura y espectáculos del diario Uno de Entre Ríos.

2000. Colaboró en la elaboración del manual de estilo de ese diario.

2000. Fue convocada para integrar el cuerpo de asesores literarios de la Editorial de Entre Ríos.

2001. Jurado por la región centro (Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba) en un concurso nacional de cuentos organizado por el Consejo Federal de Inversiones. En esa oportunidad, compartió la jura con el escritor Isidoro Blaisten y con el crítico de arte Osvaldo Mastromauro.

2001. Dio vida al suplemento de cultura La Isla, de aparición semanal y amplia repercusión. En sus páginas se publicaron críticas y entrevistas, entre otros, a Dino Saluzzi, Pérez Celis, Luis Felipe Noé, Paraná Sendrós, Ciruelo Cabral, Luis Salinas y Jaime Torres.

2002. Organizó el Primer Concurso de Poesía La Isla, de Diario UNO, de gran convocatoria y carácter internacional. Se desempeñó en él como jurado junto a las poetas Graciela Chisty y Graciela Iannuzzo.

2003. Primer Concurso de Cuento La Isla, obteniendo nuevamente una masiva participación y actuando como jurado junto a Ricardo Maldonado y Graciela Pacher Barbará.

Jefa del área Corrección en el mismo medio.

2003. Jurado por Entre Ríos en un concurso nacional de cuentos organizado por el Consejo Federal de Inversiones. En esa oportunidad, compartió la jura con Osvaldo Mastromauro, Juan Sasturain, Juan Carlos Gallego, Enrique Butti y otros notables escritores a nivel nacional.

2005. Ingresa a la Vicegobernación de Entre Ríos, redactando cartas protocolares, como redactora en el área prensa y corrigiendo el material de la Honorable Cámara de Senadores.

2007. Realiza trabajos particulares de corrección en una editorial jurídica y para estudios de abogados, desgrabación de conferencias, correcciones literarias, de estilo, ortográficas, gramaticales y de galera.

Corresponsal por la provincia para la revista de arte Dédalus.

2009. Responsable del área Prensa y Comunicación de la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Paraná.

2010. Jurado del Concurso Internacional de Poesía “Juan L. Ortiz”.


Obras publicadas

Espejos y Palimpsestos, poemario editado por la Universidad Nacional de Entre Ríos. (Concepción del Uruguay, 1998).

Intitulado, poemario que integra el libro Patria de Luz. Tomo II, editado por la Universidad Nacional de Entre Ríos. (Concepción del Uruguay, 1999)

Participó como invitada en la III Muestra de Escritores Paranaenses con el cuento En este pueblo nunca pasa nada. (Paraná, 1999)

Poemas y cuentos publicados en diarios y revistas de Paraná, Gualeguay, Concepción del Uruguay y Capital Federal.

En 2002 obtuvo el primer premio y la primera mención en el IX Salón Anual del Poema Ilustrado, junto al artista plástico Juan Carlos Eberhardt. Y la mención de honor junto al mismo plástico en la undécima edición.

Tercera Mención en los Juegos Florales organizados por SADE, regional Uruguay (2004).

Primer Premio en los Juegos Florales del Paraná Rowing Club, 2006.

Primer Premio en Cuento en el Concurso del Taller Itinerante de Letras Paraná (TILP 2007), diciembre 2007.

Primer Premio en Poesía en el Concurso del Taller Itinerante de Letras Paraná (TILP 2007), diciembre 2007.